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domingo, 2 de agosto de 2015

La última entrevista de John Lennon

PARTE 3

“No me interesa ser reverenciado por una minoría elitista. Quiero comunicar de la forma más expansiva, o sea, con el rock&roll”

En este momento, Yoko entra en la habitación para anunciar que alguien que dice llamarse George Harrison acaba de llamar y quiere pasarse por allí. “Seguro que no es George”, dice John. “Seguramente estaba puesto de ácido”, dice Yoko. “Le dije, ‘¿Puedo hacerte unas preguntas?’. ‘No’, ha dicho. ‘No me apetece, Yoko’. Así que colgué y llamé al número de George, que estaba durmiendo”. Empiezo a reírme, y John dice, “Nosotros también nos reímos, ¿sabes? Jesús. Si no nos riéramos nos volveríamos locos, ¿verdad?”.
Yoko aprovecha la oportunidad para darle una copia reciente de la edición japonesa de Playboy en la que aparece un artículo sobre ellos. “Es un detalle que hayan sacado al niño de espaldas”, dice John de una de las fotos. “No quiero que haya fotos de Sean circulando por ahí. La mayor parte de las estrellas, en cuanto tienen hijos, los sacan en las portadas: ¡Acabo de tener un niño! No me interesa eso. Es peligroso. ¿Sabes? No tenemos ninguna intención de convertirnos en el típico Tom, Dick o Harry, ni de vivir en una pequeña casa de campo o de intentar que nuestro hijo sea el típico niño. Ya lo intenté con mi hijo Julian, llevándole a un colegio de clase obrera, intentando que se mezclara con la gente. Pero los críos le escupían y le insultaban porque era famoso, como la gente acostumbra a hacer. Así que su madre acabó diciéndome: ‘Le voy a llevar a un colegio privado, el niño está sufriendo allí”.
John hojea Playboy. “Echa un vistazo a estas tetas japonesas de la portada”, dice, mostrándome generosamente la revista. “Son preciosas. Tienen prohibido enseñar el coño, sólo tetas. Antes de la llegada de los cristianos, los japoneses eran sexualmente libres, como los tahitianos, no de una forma inmoral; era algo natural para ellos”. “¿Y fueron los cristianos los que cambiaron eso?”, pregunté. “Sí”, dijo John, “los cristianos no te permiten tener huevos ni polla. Los judeocristianos, para que te sientas aludido tú también”. “Tienes razón”, confieso. “¡Es todo culpa mía!”. “No te preocupes, no te preocupes”, dice John dándome golpes en el hombro. “Pero mejor que sigamos con lo nuestro, así que ¡sigue preguntando!”.
Es interesante que no sea capaz de recordar a ningún artista de rock and roll que haya hecho un disco con su mujer o con quien sea y le haya dado el 50% del disco.
Es la primera vez que lo hemos hecho así. Sé que juntos hemos hecho discos antes, como Live peace in Toronto 1969, en el que yo aparecía en una cara y Yoko en la otra. Pero Double fantasy es un diálogo, y hemos resurgido, de algún modo, como John y Yoko, no como John ex Beatle y Yoko and the Plastic Ono Band. Somos sólo los dos, y nuestra postura era la de que si el disco no vendía, era porque la gente no quería saber nada de John y Yoko: o ya estaban hartos de John o no querían a John con Yoko o tal vez sólo querían a Yoko, o cualquier otra cosa. Pero si la gente no quería saber nada de los dos juntos, nosotros no continuaríamos. A lo largo de mi carrera, he elegido trabajar con sólo dos personas, aparte de los rollos de una noche como los de David Bowie o Elton John: Paul McCartney y Yoko Ono. Yo introduje a Paul en mi grupo, los Quarrymen, él se trajo a George y George trajo a Ringo. Y la otra persona que me interesó como artista y con quien tuve la sensación de que podría colaborar fue Yoko Ono. No creo que fueran malas elecciones.
Ahora mismo, el público es nuestro único criterio: puedes aspirar a tener un público pequeño o mediano, pero a mí me gustan las grandes audiencias. Y tomé esa decisión en la escuela de arte, si voy a ser un artista, en cualquier disciplina, quiero tener la máxima exposición, no sólo eso de pintar tus cuadros en tu casa y no mostrárselos a nadie.
Cuando llegué a la escuela de arte, estaban los típicos artistas pretenciosos, casi todos tíos, que iban por ahí con pintura en los pantalones y con aspecto de artistas. Todos tenían muchos temas de conversación y lo sabían todo sobre cada tipo de pincel, y hablaban de la estética, pero todos acabaron siendo profesores de arte o pintores en sus ratos libres. De la escuela de arte no saqué mucho más que mucha bebida, chicas, y la libertad de estar en la Universidad y disfrutar. Me lo pasé en grande, pero, lo que es de arte, no aprendí nada.
Siempre has tenido, como dibujante, un estilo único. Estoy pensando en el libro In his own write o la portada y el libreto de Walls and bridges o tus identificables viñetas ‘lennonescas’.
Hice los dibujos de la portada de Walls and bridges cuando tenía diez u once años. Pero en la escuela de arte descubrí que pretendían acabar con mi estilo. Intentaron que dejara de dibujar de la forma natural que lo hacía, cosa que no les permití. Pero nunca llegué a desarrollarlo más allá de las viñetas. Alguien dijo una vez que los dibujantes de tebeos son gente con un don creativo que tienen miedo de fracasar como pintores, así que se dedican a los cómics. Mis viñetas, para mí, son como esos cuadros japoneses: si no eres capaz de mostrar lo que quieres en una línea, destrúyelo. Yoko me introdujo en esa noción cuando nos conocimos, y cuando vio mis dibujos dijo: “Así es como se hace en Japón, no tienes que cambiar nada… ¡Ya lo tienes!”.
Yoko y yo provenimos de ambientes diferentes, pero básicamente, ambos necesitamos este tipo de comunicación. No estoy interesado en ser conocido ni reverenciado tan sólo por una minoría elitista. Lo que me interesa es poder comunicar lo que quiero expresar o hacerlo de la forma más expansiva posible, y, desde mi punto de vista, esa forma es el rock & roll. Es como la imagen de ver a una jirafa que pasa por la ventana. La gente sólo vería algunas partes del animal, pero yo intento ver el conjunto, no sólo de mi vida, sino de todo el universo, de todo el juego. De eso se trata, ¿no? Así que da igual que trabaje con Paul o con Yoko, todo se dirige al mismo final, el que sea, la autoexpresión, la comunicación, o simplemente ser un árbol, floreciendo y marchitándose, floreciendo y marchitándose.
En la canción de Yoko, Hard times are over, parece haber algo parecido a un coro de gospel cantando por debajo de la voz de Yoko.
Hay un grupo de gospel cantando [Benny Cummings Singers & Kings Temple Choir]. Fue hermoso. Justo antes de la toma, se cogieron todos de la mano, y Yoko empezó a llorar, y yo estaba muy emocionado porque lo teníamos justo ahí, da igual como quieras llamarlo, Jesús, Buda, lo que prefieras, todos estaban allí con nosotros. Así que allí estaban, agarrados de la mano antes de empezar a grabar mientras cantaban “Gracias Jesús, gracias Señor”, y yo decía, “¡Pon la cinta a grabar! ¿Lo tienes?”. Y eso es lo que puedes oír, exactamente como sucedió. “Gracias Jesús, gracias Señor” y justo después empezaron a cantar el tema.
Al final de la sesión, ellos dieron gracias a Dios, le dieron las gracias al coproductor Jack Douglas, y a nosotros por haberles dado el trabajo, y nosotros se lo agradecimos a ellos. Y es lo más cerca que he estado de una misa góspel. Phil Spector solía hablarme de ellas y siempre había querido ir y vivir esa experiencia, pero tenía mucho miedo. Y esa fue la vez que más cerca estuve, y fue maravilloso.
Fue un día de trabajo estupendo, con la presión del momento: meter a todo el mundo en el estudio y luego tener que sacarles, y todos los chicos por allí, había comida y galletas y cantos en plan Alabemos al Señor. Fue glorioso. Tener el coro góspel en ese tema fue el punto álgido de la grabación.
En Double fantasy, he notado un pequeño y a la vez mágico collage sonoro que une un tema tuyo, Watching the wheels, y el bonito tema de Yoko, Yes I’m your angel. Se puede oír la voz de un vendedor ambulante, el sonido de un carruaje, una puerta que se cierra de un portazo y unas líneas musicales tocadas por un piano y un violín en un restaurante.
Te diré lo que es. Una de las voces es la mía diciendo: “Dios le bendiga, señor, gracias, señor, deme una limosna, tiene cara de ser afortunado”. Eso lo que los mendigos ingleses dicen cuando piden limosna. Y también se escucha la recreación que Yoko y yo hicimos de lo que llamamos la Habitación de Fresa y Violín, es decir: la sala de Palmeras en el Hotel Plaza. Nos gusta sentarnos allí de vez en cuando y escuchar el viejo violín mientras tomamos té y fresas. Es muy romántico. La imagen la completa un señor que es algo parecido a un profeta callejero, el típico tipo de Hyde Park que observa las ruedas girar. Y la gente le tira monedas en su sombrero. (Nosotros simulamos eso en el estudio, con amigos yendo y viniendo, echando monedas en un sombrero). Y el tipo dice: “Gracias, gracias”. Y luego te metes en el carruaje, te das una vuelta por Nueva York y luego entras en el hotel y los violines suenan y entonces una mujer empieza a cantar una canción y dice que es un ángel.
En Yes, I’m your angel, Yoko canta: “Estoy en tu bolsillo/ tú en mi relicario/ y somos afortunados en todos los sentidos”. Y luego continúa una preciosa canción tuya, Woman, que suena un poco como un poema de un trovador escrito para su amada medieval.
Woman
surgió porque una soleada tarde en las Bermudas, de repente, me di cuenta de todo lo que las mujeres hacen por nosotros. No sólo lo que Yoko hace por mí, aunque en esos momentos pensaba en términos personales… Pero cualquier verdad es universal. Lo que me sorprendió fue la cantidad de cosas que he dado por hechas. Las mujeres son en realidad la otra mitad del cielo, como susurro al principio del tema. O hay un “nosotros” o no hay nada. Me recuerda a una canción de los Beatles, aunque intentaba que no sonara a una canción de los Beatles. La compuse como compuse Girl hace muchos años. Fue algo que me arrastró como la marea, y salió de ahí. Woman es la versión adulta de Girl.
Sé que Yoko está profundamente interesada en el arte y las antigüedades egipcias, y que tenéis una pequeña colección en casa. Hablando de “la otra mitad del cielo”, es interesante que en la antigua mitología egipcia el cielo estaba representado por una diosa –no era la madre tierra– y la tierra estaba personificada en un dios.
Es que yo llamo a Yoko “madre”, igual que nuestro presidente electo [Ronald Reagan] llama a su mujer “mamá”. Y a toda esa gente sin hijos a quienes les llama la atención, es porque, en general, cuando hay un niño rondando por casa, tiendes a llamar a tu pareja en esos términos. Yoko me llama “papá”. Podría ser algo freudiano, pero también simplemente que Sean me llama “papá”. De vez en cuando yo llamo a Yoko “madre” porque solía llamarla “madre superiora”, lo puedes comprobar en tus discos de los putos Beatles, en Happiness is a warm gun. Ella es la Madre Superiora, la Madre Tierra, es la madre de mi hijo, es mi madre, mi hija… La relación pasa por diferentes etapas, como la mayoría las relaciones. Pero no hay nada de raro en ello.
La gente te juzga o te critica constantemente, o centra su interés en qué quieres decir en un disco, en una pequeña canción, pero para mí se trata del trabajo de una vida entera. Desde los dibujos y poesía de la infancia hasta que me muera, todo forma parte de una gran producción. Y no necesito anunciar que este disco es parte de una obra más extensa: si no es obvio, lo olvidamos. Pero incluí una pequeña pista al principio de Double fantasy: las campanas en (Just like) Starting over. La cabeza del disco es una campana de los deseos de Yoko. Y es como el comienzo de Mother, del disco Plastic Ono, que tenía una lenta campana de la muerte. Así que me ha costado bastante tiempo pasar de un lento tañido de iglesia a esta pequeña campana de los deseos. Ahí hay una conexión. Para mí, mi obra es una sola.

 

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